La empatía es la clave

 

Si queremos sobrevivir como sociedad, si queremos evolucionar como comunidad, no nos quedará más remedio que desarrollar la empatía: aquella cualidad por la cual somos capaces de comprender e inferir los sentimientos y emociones de los otros, es decir, ser capaces de “ponernos en su lugar”.

               En estos tiempos turbulentos, en los que el miedo, el desánimo, el cansancio, las preocupaciones y el agobio, tensan las relaciones interpersonales (ya sea en casa, en el trabajo, entre instituciones o a veces entre desconocidos); el ser capaces de poner en pausa nuestras propias necesidades, deseos, demandas y creencia, y preguntarnos qué es lo que le pasa/necesita el otro es fundamental. No se trata sólo de sentir/comprender la necesidad ajena, sino también de decidir ser útil para con el otro. Hoy por hoy estamos todos con los sentimientos a flor de piel y tendemos más que nada a la irritabilidad o a la apatía. Tenemos que trabajar un poquito más la empatía y su propósito, que no es nada más ni nada menos que favorecer la supervivencia y el bienestar del grupo en el que estamos.

               La empatía construye puentes entre las personas y logra un mejor entendimiento y comprensión. Es así de simple pero a su vez difícil. Es un medio para que fluya la armonía entre los grupos, la identificación de necesidades y la colaboración activa. Tenemos que usar la empatía para ser personas que sumemos y no que dividamos a la sociedad. Generalmente nos cuesta mucho pensar en el otro, pero esta situación tan especial en la que todos estamos inmersos, es un buen momento para desarrollar esta habilidad.

               Ser empático no sólo se trata de ser solidario y colaborar con un comedor, donar regalitos para que el Jardín del barrio organice un bingo, o comprarle productos a la vecina que empezó con un nuevo emprendimiento. Ser empático también significa ser “bien pensado” y regalarle al otro el beneficio de la duda, aún cuando no estemos de acuerdo o creamos que es errónea su actitud. A modo de ejemplo: algunas veces me encuentro por la calle a personas que no usan el barbijo. Si bien es sabido que hay que usarlo, me pregunto qué motivos tendrá esa persona para no usarlo: ¿alguien le habrá dicho que su uso es nocivo?, ¿se sentirá muy mal /angustiado al hacerlo?, ¿o quizás simplemente se la cayó y ensució y tuvo que sacárselo? Quizás mi postura peque de ingenua, pero vuelvo a insistir, como ya lo expresé en otra oportunidad que “Es tiempo sin dudas de ser más misericordiosos con los demás y más autocompasivos con nosotros mismos”.

               Les dejo un link con un libro que me pareció una “joyita” para desarrollar la empatía en los niños y para con los niños: “Empatía en cuarentena”.

Libro: empatía en cuarentena

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