El sabor del reencuentro
Ya van dos
fines de semana que en nuestra ciudad se habilitaron las “reuniones afectivas o
familiares” que, sin duda, trajeron gran alegría a todos. Volver a verse los
abuelos con los nietos, los hijos con los padres, los primos y hermanos,
seguramente generó un sinfín de emociones y una mezcla de sabores. Junto a la
alegría inconmensurable de este momento, quizás se haya colado un resto de
angustia por los acontecimientos que no pudieron ser compartidos (cumpleaños,
nacimientos, pérdidas, etc), algo de temor en algunos por miedo a contagiarse o
contagiar, y la ansiedad de no saber a ciencia cierta qué si y qué no está
permitido en estos encuentros, en lo que refiere a manifestaciones afectivas
(besos, abrazos, posibilidad de cercanía, etc.). Más allá de lo que dicen los
protocolos, es una realidad que cada familia se manejó como pudo/supo/quizo,
puertas adentro. Incluso dentro de la misma familia, habrá quién haya querido
juntarse y quién no, quién lo haya hecho con barbijo y distancia mediante y
quien estuvo a los besos y abrazos. Lejos de juzgar, creo que es importante
entender, que para cada persona y para cada familia, esta situación de pandemia
y distanciamiento, tiene un peso y significado diferente en cada uno.
Significado vinculado a la historia personal y familiar en relación a la
salud/enfermedad, tamizado por las necesidades afectivas de cada uno, no menos
importantes que los cuidados sanitarios.
Ahora bien… ¿y nuestros niños?
Ellos no son ajenos a este torbellino de emociones e incertidumbre. A los más
pequeños les costará trabajo entender por qué a veces si y por qué a veces no,
pueden ver a los primos, abuelos, tíos… Osea, que junto a la felicidad del
reencuentro, surgen nuevas ansiedades y malestar también. ¿Por qué puedo ver a
tal abuelo y a tal otro no? ¿Por qué mi tío no me abraza pero mi tía si? ¿Por
qué mi primo no se saca el barbijo?, etc, etc. Preguntas que a veces son
difíciles de responder, pero que vale la pena hacer el intento. Es un buen
momento para explicarle a los niños que todos somos diferentes, y que cada uno
tiene necesidades, miedos y situaciones de salud distintas y que es bueno
respetarlas.
Con los niños más grandecitos
pueden aparecer las mismas preguntas, pero con una mayor capacidad de comprensión
de las respuestas, y de la situación en general. También pueden aparecer otras
preguntas, pero en forma de cuestionamiento y no por falta de comprensión, es
decir, preguntas que interpelan las medidas sancionadas por nuestros
gobernantes, o preguntas que cuestionan nuestra manera de proceder como
adultos: ¿por qué nos podemos juntar de día y no nos podemos juntar de noche?
¿por qué si nos podemos juntar con la familia, yo no me puedo juntar con mis
amigos?, etc, etc. Quizás estas preguntas sean aún más difíciles de responder
porque incluso quizás nosotros dudemos también del sentido de algunas medidas.
Conclusiones… junto con la
habilitación de nuevas posibilidades en cada fase de la cuarentena, surge
alegría por lo permitido, pero también surgen nuevas ansiedades e inquietudes
en esta marcha hacia la “nueva normalidad”. Tengámonos paciencia
unos a otros y seamos comprensivos con grandes y niños. Ya nos iremos
acomodando…
Muchas gracias Marisol por todos tus artículos !!! Son de gran ayuda y contención !!!Cariños.Flia Quinteros
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